Los Judíos Deciden Matar a Pablo - Capítulo 15

Los principales sacerdotes y los gobernadores fueron movidos por el odio en contra de Pablo, al presenciar el efecto producido por la narración de su experiencia. Vieron que él predicaba confiadamente a Jesús, y realizaba milagros en su nombre; que las multitudes le escuchaban y abandonaban sus tradiciones, mirándolos como los asesinos del Hijo de Dios. Su ira fue encendida y se reunieron para consultar qué era lo mejor para sofocar la excitación. Acordaron en que la única conducta segura consistía en darle muerte a Pablo. Pero Dios conocía su intención, y envió ángeles para protegerlo, a fin de que pudiera vivir para cumplir su misión, y sufrir por el nombre de Jesús.
A Pablo se le informó que los judíos querían matarle. Satanás guió a los incrédulos judíos a vigilar día y noche las puertas de la ciudad de Damasco para que cuando Pablo pasara por ellas le diesen muerte inmediatamente. Pero durante la noche los discípulos lo bajaron por el muro en un canasto. De esa manera, los judíos fueron avergonzados en su fracaso, y el objetivo de Satanás fue malogrado. Pablo fue a Jerusalén a reunirse con los discípulos, pero todos le temían. No podían creer que fuera un discípulo. Había sido perseguido por los judíos en Damasco, y sus propios hermanos no lo recibían; pero Bernabé lo llevó a los apóstoles y les declaró cómo él había visto al Señor en el camino, y que había predicado valientemente en Damasco en el nombre de Jesús.
Pero Satanás estaba agitando a los judíos para que destruyeran a Pablo, y Jesús le ordenó dejar a Jerusalem. Y cuando se fue a otras ciudades predicando a Jesús, y realizando milagros, muchos se convertían. Un hombre que había sido cojo de nacimiento fue sanado y la gente que adoraba a los ídolos estaba a punto de ofrecer sacrificios a los discípulos. Pablo se entristeció y les dijo que ellos eran solamente hombres, y que únicamente debían adorar al Dios que había hecho los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay. Pablo exaltó a Dios ante ellos, pero a duras penas pudo contener a la gente. El primer concepto de la fe en el verdadero Dios y el culto y el honor debidos a él estaba formándose en las mentes de esa gente; pero mientras escuchaban a Pablo, Satanás estaba incitando a los judíos incrédulos de otras ciudades para que persiguieran a Pablo y destruyeran la buena obra hecha por él. Esos judíos excitaron e inflamaron las mentes de aquellos idólatras esparciendo falsos informes en contra de Pablo. De esa manera, la admiración y el asombro de la gente se convirtió en odio, y quienes poco antes estaban dispuestos a adorar a los discípulos, apedrearon a Pablo, y lo sacaron de la ciudad suponiendo que estaba muerto. Pero mientras los discípulos estaban alrededor de Pablo, llorando por él, con gozo lo vieron levantarse y entró con ellos en la ciudad.
En otra ocasión, mientras pablo predicaba a Jesús, una mujer poseída por el espíritu de adivinación, los seguía clamando: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. De esa manera siguió a los discípulos por muchos días. Pero Pablo sentíase triste pues esos clamores distraían a la gente e impedían que escucharan la verdad. El propósito de Satanás al inducirla a hacer esto, era despertar en la gente un desagrado que destruyera la obra de los discípulos. Pero el espíritu de Pablo se conmovió dentro de sí, y volviéndose hacia la mujer, dijo al espíritu: Te mando en el nombre de JesuCristo, que salgas de ella, y el espíritu malo al ser reprendido así, la dejó.
Sus amos se sentían complacidos de que ella clamara tras los discípulos, pero cuando el mal espíritu la dejó, y vieron que fue transformada en una mansa discípula de Cristo, se llenaron de ira. Habían obtenido mucho dinero mediante las adivinaciones de ella, y ahora la esperanza de ganancia se había desvanecido. El propósito de Satanás fracasó, pero sus siervos apresaron a Pablo y a Silas; los llevaron hasta la plaza y presentándolos a los magistrados dijeron: "Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad." Y la multitud se levantó contra ellos. Los magristrados desgarraron sus ropas y ordenaron que fuesen azotados. Después de haberlos azotado mucho, los pusieron en la cárcel encargando al carcelero que los guardase con seguridad, el cual habiendo recibido ese mandato, los puso en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo. Pero los ángeles de Dios los acompañaban dentro de las paredes de la prisión. Su encarcelamiento redundó para la gloria de Dios, y demostró que él estaba dirigiendo la obra y estaba con sus siervos escogidos; que las paredes de esa prisión podían ser sacudidas y las poderosas barras de hierro ser abiertas por él.
Pero hacia la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, cuando de reprente se produjo un terremoto que sacudió los fundamentos de la cárcel; y vi que al instante el ángel del Señor soltó las cadenas de todos los presos. El carcelero despertó y estaba atemorizado al ver que las puertas de la cárcel estaban abiertas. Pensó que los presos habían escapados y que sería castigado con la muerte. Cuando estaba por matarse, Pablo clamó en alta voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. El poder de Dios convenció al carcelero. Entonces pidió luz y precipitándose adentro, se postró ante Pablo y Silas y sacándolos, les dijo: Señores, ¿que debo hacer para ser salvo? Ellos contestaron: Cree en el Señor JesuCristo, y serás salvo, tú y toda tu casa. El carcelero reunió entonces a todos los de su casa, y Pablo les predicó acerca de Jesús. De esa manera, el corazón del carcelero fue unido al de esos hermanos, y lavó las heridas dejadas por los azotes; y él y toda su casa fueron bautizados esa noche. Llevándolos entonces a su casa, les sirvió comida y se regocijó, creyendo en Dios junto con todos los de su casa.
Las maravillosas nuevas de la manifestación del poder de Dios al abrir las puertas de la prisión fueron difundidas por doquier y asímismo la conversión y bautismo del carcelero y su familia. Los magistrados oyeron todo lo ocurrido y tuvieron miedo. Enviaron a decir al carcelero que soltara a Pablo y a Silas. Pero Pablo no quiso abandonar la cárcel en forma privada. Les dijo: Después de azotarnos públicamente sin que hubiera ninguna sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos pusieron en la cárcel, ¿y ahora quieren sacarnos a escondidas? De ninguna manera, sino que vengan ellos mismo a sacarnos. Pablo y Silas no deseaban que la manifestación del poder de Dios fuera ocultada. Los alguaciles dijeron esas palabras a los magistrados, los cuales se llenaron de temor al oir que eran ciudadanos romanos. Y viniendo, les rogaron, y sacándolos les pidieron que salieran de la ciudad.

Favor hacer referencia a: Hechos capítulo 14 & 16.

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