Vi a los santos abandonar las ciudades, y juntarse en compañías para vivir en los lugares más solitarios. Los ángeles los proveían de alimento y de agua, mientras los impíos estaban sufriendo de hambre y de sed. Entonces vi a los líderes de la tierra consultando entre sí, y Satanás y sus ángeles estaban ocupados a su alrededor. Vi un edicto, del que se distribuyeron copias en diferentes partes de la tierra, dando órdenes de que a menos que los santos renunciaran a su fe peculiar, abandonaran el sábado, y observaran el primer día, la gente tendría la libertad, después de cierto tiempo, de matarlos. Pero en ese tiempo, los santos estaban serenos y tranquilos, confiando en Dios y descansando en su promesa de que se abriría ante ellos una vía de escape. En algunos lugares, antes de que se cumpliera el plazo señalado en el edicto, los impíos se abalanzaron sobre los santos para matarlos, pero los ángeles en la forma de hombres de guerra lucharon en su favor. Satanás deseaba tener el privilegio de destruir a los santos del Altísimo, pero Jesús le ordenó a sus ángeles que los guardaran, porque Dios sería honrado al hacer un pacto con aquellos que habían observado su ley a la vista de los impíos a su alrededor, y Jesús sería honrado al trasladar sin ver la muerte, a los fieles que lo esperaban, quienes lo habían aguardado por tanto tiempo.
Pronto vi que los santos sufrían una gran angustia mental. Parecían estar rodeados por los impíos habitantes de la tierra. Todo parecía estar en su contra. Algunos empezaron a temer que Dios los había abandonado finalmente, para perecer a manos de los impíos. Pero si sus ojos hubieran podido abrirse, se hubieran visto rodeados por ángeles de Dios. Después llegó la multitud de los airados impíos seguida por una masa de ángeles malos, quienes urgían a los impíos a matar a los santos. Pero para tratar de acercárseles, tenían primero que atravesar por entre esa compañía de poderosos ángeles santos lo cual era imposible. Los ángeles de Dios los hacían retroceder, y también hacían que los ángeles malos que los rodeaban, se devolvieran. Era un hora de angustia terrible y espantosa para los santos. Ellos clamaban día y noche a Dios por liberación. A juzgar por las apariencias, no había posibilidad de que escaparan. Los impíos habían comenzado a disfrutar su triunfo de antemano y gritaban: ¿Por qué vuestro Dios no os libra de nuestra manos? ¿Por qué no ascendéis y salváis vuestra vidas? Pero los santos no los escuchaban. Estaban luchando con Dios como lo hizo Jacob. Los ángeles ansiaban liberarlos, pero debían esperar un poco más, y beber de la copa y ser bautizados con el bautismo. Los ángeles, fieles a su cometido, mantenían su vigilancia. Casi había llegado el tiempo en el que Dios iba a manifestar su gran poder, y a liberarlos gloriosamente. Dios no permitiría que su nombre fuese humillado ante los paganos. Por la gloria de su nombre, él libraría a cada uno de los que habían esperado por él pacientemente, y cuyos nombres estaban escritos en el libro.
Se me señaló al fiel Noé. La lluvia descendió, el torrente sobrevino, Noé y su familia habían entrado en el arca y Dios había cerrado la puerta. Noé le había advertido fielmente a los habitantes del viejo mundo, cuando se burlaban de él y lo escarnecían. Y mientras las aguas descendían sobre la tierra, y mientras se ahogaban uno por uno, veían el arca de la que tanto se habían burlado, flotando con seguridad sobre las aguas, preservando al fiel Noé y a su familia. De igual manera, vi que el pueblo de Dios, que había advertido al mundo de la ira venidera, sería liberado. Habían advertido fielmente a los habitantes de la tierra, y Dios no permitiría que los impíos destruyeran a quienes esperaban ser trasladados y quienes no se sometían al decreto de la bestia ni recibían su marca. Vi que si a los impíos se les permitía matar a los santos, Satanás, toda su hueste maligna y todos los que odiaban a Dios se alegrarían. Y oh, ¡qué triunfo sería para su majestad satánica, tener poder, en la lucha final, sobre aquellos que durante largo tiempo habían esperado para contemplar a Aquel a quien amaban. Los que se habían burlado de la idea de que los santos ascendieran, presenciarán el cuidado de Dios por su pueblo y verán su gloriosa liberación.
A medida que los santos abandonaron las ciudades y aldeas, fueron perseguidos por los impíos. Cuando éstos levantaban sus espadas contra los santos, las armas se quebraban y caían tan inofensivas como briznas de paja. Ángeles de Dios escudaban a los santos. A medida que clamaban día y noche, su clamor llegó ante Dios.
Favor hacer referencia a: Génesis capítulo 6-7, 32:24-28; Salmos Libro IV capítulo 91; Mateo 20:23; Apocalipsis 13:11-17.
Apocalipsis 13:7Reina-Valera 1960 (RVR1960)
ResponderEliminar7 Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación
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