La Transfiguración - Capítulo 6

Vi que la fe de los discípulos se fortaleció mucho en ocasión de la transfiguración. Dios escogió darle a los seguidores de Jesús una prueba contundente de que él era el Mesías prometido, a fin de que en su amargo pesar y chasco, no perdieran completamente su confianza. En el momento de la transfiguración, el Señor envió a Moisés y a Elías a hablar con Jesús con respecto a sus sufrimientos y muerte. En vez de elegir ángeles para conversar con su Hijo, Dios escogió a aquellos que tenían una experiencia en las pruebas en la tierra.
Elías había caminado con Dios. Su obra no había sido placentera. A través de él, Dios había reprendido el pecado. Era un profeta de Dios, y tuvo que huir de lugar en lugar para salvar su vida. Fue perseguido como una bestia salvaje para ser destruído. Dios trasladó a Elías. Los ángeles lo llevaron en gloria y triunfo al cielo.
Moisés fue un hombre honrado en extremo por Dios. Fue más grande que cuantos habían vivido antes de él. Tuvo el privilegio de hablar con Dios cara a cara, como cuando un hombre habla con un amigo. Le fue permitido ver la luz resplandeciente y la excelente gloria que rodean al Padre. A través de Moisés, el Señor liberó a los hijos de Israel de la esclavitud de los egipcios. Moisés fue el mediador entre Dios y su pueblo. Se interpuso a menudo entre ellos y la ira de Dios. Cuando el furor del Señor se encendió grandemente contra Israel por su incredulidad, sus murmuraciones y sus graves pecados, el amor de Moisés por ellos fue probado. Dios le propuso destruir al pueblo y hacer de él una poderosa nación. Moisés demostró su amor por Israel mediante una ferviente intercesión. En su angustia, oró a Dios suplicándole que aplacara su gran indignación y perdonara al pueblo, o que borrara su nombre de su libro.
Cuando Israel murmuró contra Dios y contra Moisés porque no pudieron obtener agua, lo acusaron de sacarlos para matarlos a ellos y a sus hijos. Dios oyó sus murmuraciones, y le permitió a Moisés que hiriese la roca para que los hijos de Israel tuvieran agua. Moisés hirió la roca con ira, y tomó la gloria para sí mismo. La continua desobediencia y murmuración de los hijos de Israel le causaron dolor intenso, y por un momento, se olvidó de lo mucho que Dios los había soportado, y que sus murmuraciones no eran contra él sino contra el Señor. En esa ocasión, él sólo pensó en sí mismo, en cuán profundamente lo zaherían los hijos de Israel, y en cuán poca gratitud había recibido a cambio de su profundo amor hacia ellos.
Al golpear la roca, Moisés falló en honrar a Dios y en magnificarlo ante los hijos de Israel, para que ellos lo glorificaran. Y el Señor se disgustó con Moisés y dijo que él no entraría a la tierra prometida. Fue a menudo el plan de Dios probar a Israel colocándolo en situaciones desfavorables, para entonces liberarlo de su gran necesidad exhibiendo su poder, a fin de que lo tuvieran en sus mentes y lo glorificaran.
Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las dos tablas de piedra, y vio a Israel adorando al becerro de oro, su indignación se encendió grandemente, y arrojó las tablas de piedra y las quebró. Vi que Moisés no pecó al hacer eso. Se airó por Dios, tuvo celo por su gloria. Pero cuando cedió a los sentimientos naturales del corazón, y tomó gloria para sí mismo, la cual pertenecía a Dios, pecó y por ese pecado, Dios no le permitió entrar en la tierra prometida.
Satanás había estado tratando de encontrar algo de qué acusar a Moisés ante los ángeles. Se regocijó del triunfo que había logrado al inducirlo a disgustar a Dios, y le dijo a los ángeles que cuando el Salvador del mundo viniera a redimir al hombre, él lo vencería. Por ese pecado, Moisés cayó bajo el poder de Satanás-el dominio de la muerte. Si hubiese permanecido firme, y no hubiese pecado en tomar la gloria para si, el Señor lo hubiera llevado a la tierra prometida y lo hubiera trasladado al cielo sin ver la muerte.
Vi que Moisés pasó por la muerte, pero Miguel descendió y le dio vida antes de que viera corrupción. Satanás reclamó el cuerpo como suyo, pero Miguel resucitó a Moisés, y lo llevó al cielo. El diablo trató de retener ese cuerpo, pretendiendo que le pertenecía. El enemigo se quejó amargamente contra Dios, acusándole de ser injusto al permitir que se le arrebatara su presa. Pero Miguel no reprendió a su adversario, a pesar de que el siervo de Dios había caído como resultado de sus tentaciones. Mansamente remitió el caso a su Padre, diciendo: "El Señor te reprenda".
Jesús le dijo a sus discípulos que algunos no pasarían por la muerte hasta que vieran descender el reino de Dios con poder. Esa promesa se cumplió en ocasión de la transfiguración. El semblante de Jesús cambió, y resplandeció como el sol. Su túnica era blanca como la luz. Moisés estuvo presente en representación de aquellos que serán levantados de entre los muertos en ocasión de la segunda venida de Jesús. Elías, quien fue trasladado sin ver la muerte, representa a los que serán transformados en seres inmortales a la segunda venida de Cristo y serán trasladados al cielo sin ver la muerte. Los discípulos contemplaron con asombro y temor la excelsa majestad de Jesús, y cuando la nube los envolvió oyeron la voz de Dios con majestad terrible, diciendo: "Este es mi Hijo amado, oidle".

Favor hacer referencia a: Exodo capítulo 32; Números 20:7-12; Deuteronomio 34:5; 2Reyes 2:11; Marcos capítulo 9; Judas 9.

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