La Resurrección de Cristo - Capítulo 10

Los discípulos, entristecidos por la muerte de su Señor, reposaron durante el sábado, mientras que Jesús, el Rey de gloria, permanecía en el sepulcro. La noche había transcurrido lentamente, y cuando estaba todavía oscuro, los ángeles que volaban sobre el sepulcro sabían que la hora de libertar al amado Hijo de Dios, su amado comandante casi había llegado. Y mientras esperaban con profunda emoción la hora de su triunfo, un fuerte y poderoso ángel descendió del cielo, volando velozmente. Su rostro era como un relámpago y su vestidura blanca como la nieve. Su luz disipó las tinieblas de su camino, e hizo que los ángeles malos que con voz triunfal habían reclamado el cuerpo de Jesús, huyeran aterrorizados por el resplandor de su gloria. Uno de la hueste angélica que había sido testigo de las escenas de la humillación de Jesús y que había montado guardia junto a su lugar de descanso, se unió al ángel del cielo y juntos, descendieron al sepulcro. La tierra tembló cuando ellos se acercaron, y se produjo un gran terremoto.
El terror se apoderó de la guardia romana. ¿Dónde estaba su poder para conservar el cuerpo de Jesús? No pensaron ni en su deber ni en la posibilidad de que los discípulos se llevaran el cuerpo. Cuando la luz de los ángeles resplandeció alrededor de ellos con un fulgor mayor que el del sol, la guardia romana cayó al suelo como muerta. Uno de los ángeles retíró la gran piedra que cubría la puerta del sepulcro y se sentó sobre ella. El otro entró en la tumba y desató los vendajes que cubrían la cabeza de Jesús. Entonces, el ángel que había venido del cielo, con una voz que hizo temblar la tierra, exclamó: Tú, Hijo de Dios, tu Padre te llama! Sal fuera! La muerte ya no podía ejercer más dominio sobre él. Jesús se levantó de entre los muertos triunfante y vencedor. La hueste angélica contempló la escena con solemne reverencia. Y cuando el Señor salió del sepulcro en majestad, esos resplandecientes ángeles se postraron en tierra y lo alabaron con himnos de victoria y de triunfo, porque la muerte ya no podía retener a su divino cautivo. Satanás no había triunfado ahora. Los ángeles de Satanás se habían visto obligados a huir ante la luz refulgente y penetrante de los ángeles celestiales. Amargamente se quejaron a su rey, de que su presa les había sido quitada violentamente y que Aquel a quien tanto odiaban se había levantado de entre los muertos.
Satanás y su hueste se habían regocijado de que su poder sobre el hombre caído había logrado que el Señor de la vida yaciera en la tumba, pero su triunfo infernal fue de breve duración. Porque cuando Jesús salió de su cárcel como majestuoso vencedor, Satanás supo, que en poco tiempo tendría que morir, y que su reino pasaría a Aquel a quien le correspondía. Se lamentó con ira de que a pesar de todos sus esfuerzos, el Señor no había sido vencido, sino que había abierto un camino de salvación para el hombre, de manera que todo aquel que quisiera, podría avanzar por éste y salvarse.
Momentáneamente, Satanás pareció triste y mostró angustia. Se reunió en concilio con sus ángeles para deliberar acerca de qué métodos podían usar a fin de seguir trabajando en contra del gobierno de Dios. Satanás ordenó a sus siervos que se pusieran en contacto con los principales sacerdotes y ancianos. Les dijo: "Tuvimos éxito en engañarlos, cegando sus ojos y endureciendo sus corazones contra Jesús. Les hicimos creer que era un impostor. Esa guardia romana llevará la desagradable noticia de que Cristo ha resucitado. Conseguimos que los sacerdotes y los ancianos aborrecieran a Jesús y le dieran muerte. Hagámosles saber ahora que si se propaga el hecho de que Jesús ha resucitado, el pueblo los apedreará por haber enviado a la muerte a un hombre inocente".
Cuando las hueste angélica se fue al cielo y se disiparon la luz y la gloria, vi que la guardia romana se atrevió a levantar cuidadosamente la cabeza para ver si era seguro que miraran a su alrededor. Estaban llenos de asombro al ver que la gran piedra había sido retirada y que Jesús había resucitado. Se apresuraron a ir a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos para relatarles la asombrosa historia de lo que habían visto. Cuando esos asesinos escucharon el maravilloso informe, sus rostros empalidecieron. El horror se apoderó de ellos cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho. Entonces se dieron cuenta de que si el informe era correcto, estaban perdidos. Por unos momentos se quedaron en silencio, contemplándose los unos a los otros sin saber qué hacer ni qué decir. Aceptar el informe equivalía a condenarse a sí mismos. Se reunieron aparte para consultar en cuanto a lo que se debía hacer. Argumentaron que si el informe de que Jesús había resucitado y la historia de ese despliegue de sorprendente gloria que hizo que la guardia cayera como muerta comenzaba a circular entre la gente, el pueblo ciertamente se llenaría de ira y los mataría. Decidieron sobornar a los soldados para que guardaran el secreto. Le ofrecieron una gran suma de dinero diciéndoles: Decid vosotros: sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y cuando los guardias les preguntaron qué iba a suceder con ellos por quedarse dormidos en sus puestos, los dirigentes judíos les prometieron persuadir al gobernador y asegurar de esemodo su tranquilidad. Por dinero, la guardia romana decidió vender su honra y estuvo de acuerdo en seguir el consejo de los sacerdotes y ancianos.
Cuando Cristo pendiendo de la cruz, exclamó: "¡Consumado es!" las rocas se hendieron, la tierra tembló y algunas tumbas se abrieron. Al levantarse como triunfador sobre la muerte y el sepulcro, mientras la tierra se sacudía y la gloria del cielo resplandecía en torno del lugar sagrado, muchos de los justos muertos obedientes a su llamado, salieron como testigos de que había resucitado. Esos santos favorecidos y resucitados salieron glorificados de la tumba. Eran escogidos y santos de todas las edades, desde la creación hasta los días de Cristo. De manera que mientras los dirigentes judíos trataban de ocultar el hecho de que Cristo había resucitado, Dios escogió resucitar una compañía de la tumba para testificar que Jesús había resucitado, y para declarar su gloria.
Esos seres resucitados eran de diferente estatura y forma. Se me informó que los habitantes de la tierra se habían estado degenerando en fortaleza y belleza. Satanás tiene poder sobre la enfermedad y la muerte, y en todas las edades la maldición ha sido cada vez mas visible, y el poder de Satanás se ha hecho más evidente. Los que vivían en los días de Noé y de Abrahán se parecían a los ángeles en su forma, su apariencia y su fortaleza. Pero cada generación sucesiva se ha vuelto más débil, más susceptible a la enfermedad, y su vida ha sido de más corta duración que la anterior. Satanás ha ido aprendiendo cómo perturbar y debilitar a la raza.
Los santos que salieron de sus tumbas después de la resurrección de Jesús, se aparecieron a muchos, diciéndoles que se había completado el sacrificio en favor del hombre, que Jesús, a quien los judíos habían crucificado, había resucitado de los muertos, y como prueba de sus palabras, declararon: Nosotros resucitamos con él. Dieron testimonio en el sentido de que por el poder de Jesús habían sido llamados a salir de la tumba. A pesar de los informes mentirosos que comenzaron a circular, la resurrección de Cristo no pudo ser ocultada por Satanás, sus ángeles o los principales sacerdotes. Porque ese grupo santo, resucitado de la tumba, diseminó las maravillosas y gozosas nuevas. El mismo Jesús se manifestó también a sus apenados y descorazonados discípulos, para disipar sus temores e infundirles gozo y alegría.
A medida que las nuevas se difundían de ciudad en ciudad, y de pueblo en pueblo, los judíos a su vez temieron por sus vidas, y ocultaron el odio que acariciaban en contra de los discípulos. Su única esperanza era poder esparcir su relato mentiroso. Y los que deseaban que esa mentira fuera verdad, la creyeron. Pilato tembló. Creyó el poderoso testimonio dado de que Jesús había resucitado de los muertos, y de que él había levantado con él a muchos otros, y su paz se apartó de él para siempre. Por el honor mundano, por temor a perder su autoridad y su vida, entregó a Jesús a la muerte. Ahora estaba completamente convencido de que no era tan solo de la sangre de un hombre común e inocente de la cual él era culpable, sino de la sangre del Hijo de Dios. Miserable fue la vida de Pilato, miserable hasta que llegó a su fin. La desesperación y la angustia quebrantaron todo sentimiento de gozosa esperanza. Rehusó ser confortado, y terminó en la muerte más trágica.
El corazón de Herodes se volvió más empedernido, y cuando escuchó que Jesús había resucitado, no se preocupó mucho. Mandó a matar a Santiago; y cuando vio que eso complacía a los judíos, arrestó también a Pedro, con la intención de matarlo. Pero Dios tenía una obra para Pedro, y envió a su ángel y lo liberó. Herodes fue visitado por juicios divinos. Dios lo hirió en presencia de una gran multitud mientras se exaltaba a sí mismo ante ella, y murió de una horrible muerte.
Temprano en la mañana, antes de que hubiera luz, las santas mujeres vinieron al sepulcro trayendo especias aromáticas para ungir el cuerpo de Jesús, cuando encontraron que la pesada piedra que estaba a la puerta del sepulcro había sido removida y que el cuerpo de Jesús no estaba allí. Sintieron en su interior que su corazón desmayaba, y temieron que sus enemigos se hubieran llevado el cuerpo. Y, he aquí que dos ángeles en vestidos blancos se pusieron junto a ellas; sus rostros eran brillantes y relucientes. Comprendieron la misión de la santas mujeres e inmediatamente les dijeron que ellas estaban buscando a Jesús, pero él no estaba allí, había resucitado y podían ver el lugar donde él había sido puesto. Les ordenaron que fueran y les dijeran a los discípulos que el Señor iría delante de ellos a Galilea. Pero las mujeres estaban asustadas y atónitas. Con gran prisa corrieron hacia los discípulos quienes estaban de duelo y no podían ser consolados porque su Señor había sido crucificado; apresuradamente les dijeron las cosas que habían visto y escuchado. Los discípulos no podían creer que él hubiera resucitado, pero, en compañía de las mujeres que habían llevado el informe, corrieron precipitadamente hacia el sepulcro y encontraron que verdaderamente Jesús no estaba ahí. Allí estaban los lienzos, pero no podían creer que Jesús se había levantado de los muertos. Regresaron a la casa maravillados de las cosas que habían visto, y también del reporte que les habían traído las mujeres. Pero María escogió demorarse cerca del sepulcro, meditando en lo que había visto y estaba triste ante el pensamiento de que pudiera haber sido engañada. Sintió que le aguardaban nuevas pruebas. Su pesar aumentó y prorrumpió en amargo llanto. Se inclinó a mirar dentro del sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Sus rostros eran brillantes y relucientes. Uno de ellos estaba sentado a la cabecera y el otro a los pies donde Jesús había descansado. Le hablaron tiernamente y le preguntaron por qué lloraba. Ella replicó: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Y como se retiró del sepulcro, vio a Jesús de pie cerca de ella; pero no lo reconoció. Jesús le habló con ternura a María e inquirió acerca de la causa de su tristeza, preguntándole a quién buscaba. Ella, pensando que era el hortelano, le suplicó que si él se había llevado a su Señor, le dijera dónde lo había puesto y ella entonces se lo llevaría. Jesús le habló con su propia voz celestial y le dijo: ¡María! Ella estaba familiarizada con el tono de aquella voz amada y prestamente respondió: ¡Maestro! y con gozo y alegría estaba a punto de abrazarlo; pero Jesús se apartó y le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; más ve a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Gozosamente ella se apresuró a dar las buenas nuevas a los discípulos. Jesús rápidamente ascendió a su Padre para oir de sus labios que su sacrificio había sido aceptado, que había hecho bien todas la cosas y a recibir de su Padre toda potestad en el cielo y en la tierra.
Una nube de ángeles rodeaba al Hijo de Dios, quienes ordenaron a las puertas eternas que se alzaran para que pudiera entrar el Rey de gloria. Vi que mientras Jesús estaba acompañado de esa resplandeciente hueste celestial, en la presencia de su Padre y rodeado de la excelsa gloria de Dios, él no olvidó a sus pobres discípulos que estaban en la tierra; sino que recibió poder de su Padre para regresar a ellos e impartirles de su poder. El mismo día regresó y se mostró a sus discípulos. Les permitió que lo tocaran porque ya había ascendido a su Padre y había recibido poder.
Pero en ese momento Tomás no estaba presente. No recibió humildemente el informe de los discípulos; sino que con firmeza y lleno de confianza propia afirmó que no lo creería, a menos que pusiera sus dedos en las marcas de los clavos y su mano en su costado donde la cruel lanza había sido enterrada. En esto él mostró falta de confianza en sus hermanos. Y si todos ellos hubieran requerido la misma evidencia, muy pocos habrían recibido a Jesús y creído en su resurrección. Pero era la voluntad de Dios que el informe de los discípulos fuera de uno a otro, y que muchos lo recibieran de los labios de quienes habían visto y escuchado. Dios no se sentía complacido con una incredulidad tal. Y cuando Jesús se reunió de nuevo con sus discípulos Tomás estaba con ellos. En el mismo momento que vio a Jesús él creyó. Pero había declarado que no estaría satisfecho sin que la evidencia del sentido del tacto se uniera a la de la vista, y Jesús le dio la evidencia que él deseaba. Tomás exclamó: ¡Mi Señor y mi Dios! Pero Jesús le reprochó por su incredulidad. Le dijo: Tomás, porque me has visto has creído; bienaventurados son los que no han visto y sin embargo han creído.
De esa manera vi que quienes no tuvieron una experiencia en los mensajes del primero y segundo ángeles1, deben recibirla de aquellos que la tuvieron y seguir a la par de los mensajes. Vi que esos mensajes han sido crucificados, de la misma manera en que Jesús fue crucificado. Y que como los discípulos declararon que no había salvación en otro nombre debajo del cielo dado a los hombres; así también deberían los siervos de Dios declarar fielmente y sin temor, que los que acepten solamente una parte de las verdades conectadas con el tercer mensaje2 deben aceptar gozosamente el primero, el segundo y el tercer mensajes de la manera que Dios los ha dado o no deben tener parte ni lote en el asunto.
Me fue mostrado que mientras las santas mujeres estaban llevando el reporte de que Jesús había resucitado, la guardia romana estaba haciendo circular la mentira que los principales de los sacerdotes y los escribas habían puesto en sus bocas, que los discípulos habían venido de noche mientras ellos dormían, y habían robado el cuerpo de Jesús. Satanás había puesto esta mentira en los corazones y en los labios de los principales de los sacerdotes, y el pueblo estuvo listo para aceptar su palabra. Pero Dios hizo que ese asunto fuera indiscutible y colocó este importante evento, sobre el cual descansa la salvación, más allá de toda duda, y donde fuera imposible que los sacerdotes y escribas lo ocultaran. Muchos testigos fueron levantados de los muertos para probar que Cristo había resucitado.
Jesús permaneció por cuarenta días con sus discípulos, proporcionándoles gozo y alegría de corazón, y abriéndoles más plenamente las realidades del reino de Dios. Los comisionó para que llevaran un testimonio de las cosas que habían visto y oído, con respecto a sus sufrimientos, su muerte y su resurrección; que él había hecho un sacrificio por el pecado, para que todos los que quisieran, pudieran venir a él y hallar vida. Con tierna simpatía les dijo que serían perseguidos y afligidos; pero que encontrarían alivio al referirse a su experiencia y al recordar las palabras que se les habían dicho. Les dijo que él había vencido las tentaciones del diablo y había mantenido la victoria a través de pruebas y sufrimientos, que Satanás ya no tendría poder sobre él, sino que dirigiría sus tentaciones y ejercería su poder sobre ellos y sobre todos los que creyeran en su nombre. Les dijo que ellos podrían vencer así como él había vencido. Jesús invistió a sus discípulos con poder para realizar milagros, y les dijo que aunque hombres impíos tendrían poder sobre sus cuerpos, en cierta ocasiones él enviaría a sus ángeles para que los libertasen, que sus vidas no les podrían ser arrebatas hasta que su misión no hubiese sido cumplida. Y cuando su testimonio hubiera llegado a su fin, podría ser que se requiriera que sellaran con sus vidas el testimonio que habían llevado. Sus ansiosos seguidores escucharon gozosamente sus enseñanzas. Ávidamente se deleitaban con cada palabra que salía de sus benditos labios. Entonces tuvieron la certeza de que él era el Salvador del mundo. Cada palabra penetraba con un profundo impacto en sus corazones, y se afligían al tener que separarse de su bendito maestro celestial; que después de un corto tiempo ya no escucharían palabras consoladoras y compasivas salir de sus labios. Pero nuevamente sus corazones se llenaron de amor y gran gozo, cuando Jesús les dijo que él iría a preparar mansiones para ellos, y vendría otra vez y los tomaría a sí mismo, para que pudieran estar siempre con él. Les explicó que les enviaría el Consolador, el Espíritu Santo, para guiarlos, bendecirlos y conducirlos a toda verdad; alzó entonces sus manos y los bendijo.

1. Favor hacer referencia a: Apocalipsis 14:6-8. Explicación este libro capítulo 23 & 24.
2. Favor hacer referencia a: Apocalipsis 14:9-12. Explicación este libro capítulo 28.
Favor hacer referencia a: Mateo 27:52-53; capítulo 28, Marcos 16:1-18; Lucas 24:1-50; Juan capítulo 20, Hechos capítulo 12.

4 comentarios:

  1. Quien pública este relato de ficción?.

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  4. De donde sacaste la fuente?, Porqué en el deseado de toda las gentes no existe ese capítulo.

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