El Movimiento Adventista Ilustrado - Capítulo 25

Vi un numero de compañias que parecían estar atadas por lazos. Muchos en estas compañias estaban en oscuridad total. Sus ojos fueron dirigidos hacia abajo a la tierra, y no parecía haber ninguna conexión entre ellos y Jesús. Si individuos esparcidos a las distintas compañias cuyos rostros parecían estar encendidos, y cuyos ojos estaban alzados hacia el cielo. Rayos de luz de Jesús, como rayos del sol, les fueron impartidos. Un ángel me pidió que mirase cuidadosamente, y vi a un ángel vigilando a cada uno de los que tenían un rayo de luz, mientras que ángeles malignos rodeaban a los que estaban en las tinieblas. Oí la voz de un ángel clamar, Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio es venida.
Sobre estas compañias se veía una luz gloriosa para iluminar a todos los que la recibían. Algunos de los que estaban en tinieblas recibieron la luz y se regocijaron, mientras que otros resistieron la luz del cielo y dijeron que era un engaño para descarriarlos. La luz paso y los dejo en tinieblas. Los que habían recibido la luz de Jesús atesoraron jubilosos el aumento de luz preciosa que les fue derramado. Sus rostros se iluminaron y resplandecieron con gozo santo, mientras que su mirada se dirigió hacia arriba fijándose en Jesús con intenso interés y se oyeron sus voces en armonía con la voz del ángel: Temed a Dios y dadle honra, porque la hora de su juicio a llegado. A medida que elevaron ese clamor, vi a aquellos que estaban en tinieblas empujándolos de lado con el hombro. Entonces, muchos de los que atesoraban la sagrada luz, rompieron los lazos que los ataban, y se colocaron aparte de esos grupos. Y a medida que muchos rompían las ligaduras que los ataban, hombres que pertenecían a esas diferentes compañías, las cuales eran reverenciadás por ellos, recorrieron esos grupos, y con miradas airadas y gestos amenazantes, ataron las cuerdas que se estaban debilitando, y decían constantemente: Dios está con nosotros; estamos en la luz. Tenemos la verdad. Pregunté quiénes eran esos hombres. Se me dijo que eran ministros y dirigentes quienes habían rechazado la luz y no estaban dispuestos a que otros la recibieran. Vi a aquellos que atesoraban la luz mirando con interés y con un deseo ferviente hacia arriba, esperando que Jesús viniera y los llevara con él. Pronto una nube pasó sobre los que se regocijaban en la luz, y sus rostros se veían entristecidos. Pregunté la causa de esa nube. Se me mostró que ésta era su chasco. El tiempo cuando esperaban a su Salvador había pasado, y Jesús no había venido. El desánimo se apoderó de ellos, y aquellos hombres que había notado anteriormente, los ministros y hombres importantes, se alegraron. Los que habían rechazado la luz triunfaron grandemente, mientras que Satanás y sus malos ángeles también se regocijaron a su alrededor.
Entonces escuché la voz de otro ángel diciendo: ¡Caída es, caída es Babilonia! Una luz brilló sobre los desanimados y con un gran anhelo por su venida fijaron nuevamente sus ojos en Jesús. Entonces vi un número de ángeles hablando con el segundo ángel que había clamado Caída es, caída es Babilonia, y esos ángeles elevaron sus voces con el segundo ángel y clamaron: ¡He aquí viene el Esposo! ¡Salid a recibirle! Las voces melodiosas de esos ángeles parecían penetrar por todas partes. Una luz extraordinariamente brillante y gloriosa relucía alrededor de aquellos que habían atesorado la luz que les había sido impartida. Sus rostros resplandecían con una gloria excelente y se reunieron con los ángeles en el clamor: ¡He aquí viene el Esposo! Y a medida que elevaron el clamor armoniosamente entre esos diversos grupos, los que rechazaron la luz los empujaron, y con miradas airadas, los ridiculizaron y se burlaron de ellos. Pero los ángeles de Dios aletearon sobre las personas que estaban siendo perseguidas, mientras Satanás y sus ángeles trataban de imponer sus tinieblas a su alrededor, para llevarlos a rechazar la luz del cielo.
Entonces, escuché una voz decir a los que habían sido empujados y burlados: Salid de en medio de ellos, y no toquéis lo inmundo. Un gran número rompió las cuerdas que los ataban, obedecieron la voz, abandonaron a los que estaban en tinieblas y se unieron con aquellos que anteriormente habían roto las cuerdas, y gozosamente, unieron sus voces a ellos. Escuché la voz de la oración ferviente y agonizante proveniente de unos pocos que todavía estaban con las compañías que estaban en tinieblas. Los ministros y dirigentes estaban caminando alrededor de esos diversos grupos, asegurando las cuerdas; pero todavía escuchaba esa voz de ferviente oración. Entonces vi a los que habían estado orando extender sus manos en busca de ayuda hacia ese grupo unido que estaba libre y que se regocijaba en Dios. La respuesta para ellos, mientras miraban hacia el cielo fervientemente y señalaban hacia arriba, fue: Salid de en medio de ellos, y apartaos. Vi a personas luchando por obtener libertad, y al fin rompieron las cuerdas que los ataban. Resistieron los esfuerzos que se hicieron para sujetar las cuerdas más fuertemente, y no quisieron prestar atención a las repetidas afirmaciones: Dios está con nosotros, tenemos la verdad en nuestro medio. Personas siguieron abandonando los grupos que estaban en tinieblas y se unieron a la compañía que estaba libre, quienes parecían estar en un campo abierto elevado por encima de la tierra. Su mirada se dirigía hacia arriba, y la gloria de Dios descansaba sobre ellos y exclamaban las alabanzas de Dios. Estaban unidos y parecían estar envueltos en la luz del cielo. Alrededor de ese grupo había algunos que cayeron bajo la influencia de la luz pero que no estaban particularmente unidos a la compañía. Todos los que atesoraban la luz derramada sobre ellos estaban mirando hacia arriba con intenso interés. Jesús los contempló con dulce aprobación. Esperaban que Jesús viniera. Anhelaban su aparición. No lanzaban ni una larga mirada hacia la tierra. Nuevamente, vi una nube descansar sobre los que esperaban. Los vi volver sus cansados ojos hacia abajo. Pregunté la causa de ese cambio. Mi ángel acompañante dijo: Otra vez sus esperanzas han sufrido un chasco. Jesús todavía no puede ir a la tierra. Todavía deben sufrir por Jesús y soportar mayores pruebas. Deben renunciar a sus errores y a las tradiciones recibidas de los hombres, y volverse completamente a Dios y a su palabra. Deben ser purificados, blanqueados y probados; y los que soporten esa amarga prueba obtendrán una victoria eterna.
Jesús no vino a la tierra como lo esperaba la expectante y gozosa compañía, para limpiar el santuario al purificar a la tierra con fuego. Vi que estaban en lo correcto en su cálculo de los períodos proféticos. El tiempo profético se acabó en 1844. Su error consistió en no comprender lo que era el santuario y la naturaleza de su purificación. Jesús sí entró en el lugar santísimo para purificar el santuario al final de los días. Volví a contemplar a la compañía que esperaba y que estaba chasqueada. Se veían tristes. Cuidadosamente examinaron las evidencias de su fe, e investigaron más a fondo el cálculo de los períodos proféticos, y no pudieron descubrir ningún error. El tiempo se cumplió, pero, ¿dónde estaba su Salvador? Lo habían perdido.
Entonces, se me mostró el chasco de los discípulos cuando fueron al sepulcro y no encontraron el cuerpo de Jesús. María dijo: Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Ángeles le dijeron a los entristecidos discípulos que su Señor había resucitado, e iría delante de ellos a Galilea.
Vi que Jesús contemplaba a los que estaban chasqueados con la más profunda compasión, envió a sus ángeles a dirigir sus mentes para que pudieran encontrarlo, y seguirlo donde él estaba; para que comprendieran que la tierra no es el santuario; que él tenía que entrar en el lugar santísimo celestial para purificarlo; para hacer una expiación especial por Israel y para recibir el reino de mano de su Padre, y entonces regresar a la tierra y llevarlos para que vivieran con él para siempre. El chasco de los discípulos representa bien el chasco de los que esperaban a su Señor en el 1844. Fui transportada al tiempo cuando Cristo entró en Jerusalem triunfalmente. Los jubilosos discípulos creían que él tomaría el reino en ese entonces, y reinaría como un príncipe temporal. Siguieron a su Rey con grandes esperanzas. Cortaron las hermosas ramas de palma y tomaron sus mantos exteriores y con un celo entusiástico los pusieron en el camino; algunos fueron delante y otros los seguían, clamando: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! La conmoción turbó a los fariseos, y desearon que Jesús reprendiera a sus discípulos. Pero él dijo: Si estos callaran, las piedras clamarían. La profecía de Zacarías 9:9 debía cumplirse, sin embargo, vi que los discípulos estaban destinados para un amargo chasco. En unos cuantos días, siguieron a Jesús al Calvario, y lo contemplaron sangrante y lacerado sobre la cruenta cruz. Fueron testigos de su muerte llena de agonía, y lo pusieron en la tumba. Sus corazones estaban sobrecogidos de pesar. Sus esperanzas no se materializaron ni en un solo detalle. Éstas murieron con Jesús. Pero cuando él resucitó de los muertos, y apareció ante sus apesadumbrados discípulos, sus esperanzas revivieron. Habían perdido a su Salvador, pero nuevamente lo habían encontrado.
Vi que el chasco de aquellos que creían en la venida del Señor en el 1844, no se comparaba con el chasco de los discípulos. La profecía se cumplió en los mensajes del primer y segundo ángeles. Éstos fueron dados en el tiempo correcto y realizaron la obra que Dios tenía el propósito que hicieran.
Favor hacer referencia a: Daniel 8:14; Mateo 21:4-16, 25:6; Marcos 16:6-7; Lucas 19:35-40; Juan 14:1-3, 20:13; 2Corintios 6:17; Apocalipsis 10:8-11, 14:7-8.

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