Fuí llevada a la época cuando Jesús iba a tomar sobre si la naturaleza humana, a humillarse como hombre, y a sufrir las tentaciones de Satanás.
Su nacimiento no tuvo grandeza mundanal. Nació en un establo y su cuna fue un pesebre; no obstante, su nacimiento fue honrado más que el de cualquiera de los hijos de los hombres. Ángeles del cielo informaron a los pastores acerca del advenimiento de Jesús, y la luz y la gloria de Dios acompañaron su testimonio. Las huestes celestiales tocaron sus arpas y glorificaron a Dios. Triunfalmente, anunciaron el advenimiento del Hijo de Dios a un mundo caído para llevar a cabo la obra de la redención, y por su muerte, traer paz, felicidad, y vida eterna al hombre. Dios honró el advenimiento de su Hijo. Los ángeles lo adoraron.
Los ángeles de Dios acudieron al lugar de su bautismo, y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma, reposando sobre él y mientras la gente permanecía asombrada, con los ojos fijos sobre él, se oyó la voz del Padre, procedente del cielo, que decía: Tu eres mi Hijo amado, en ti me complazco.
Juan no estaba seguro de que fuera el Salvador el que había venido a ser bautizado por él en el Jordán. Pero Dios había prometido darle una señal por la cual él supiera reconocer al Cordero de Dios. Esa señal fue dada cuando la paloma celestial reposó sobre Jesús y la gloria de Dios resplandeció a su alrededor. Juan alzó la mano y señalando al Señor clamó con fuerte voz: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".
Juan informó a sus discípulos que Jesús era el Mesías prometido, el Salvador del mundo. Cuando su obra estaba por terminar, les enseñó a dirigir su mirada hacia él y a seguirlo como el gran Maestro. La vida de Juan estuvo llena de pesar y abnegación. Él anunció el primer advenimiento de Cristo, pero no se le permitió ser testigo de sus milagros y disfrutar del poder que manifestaba. Cuando Jesús comenzó a presentarse como Maestro, Juan se dio cuenta de que él debía morir. Rara vez se oía su voz, salvo en el desierto. Su vida fue solitaria. No se aferró a la familia de su padre para disfrutar de su compañía, sino que los dejó para cumplir su misión. Multitudes abandonaban las atareadas ciudades y aldeas y se reunían en el desierto para oír las palabras de ese maravilloso profeta. Juan aplicó la segur a la raíz del árbol. Reprobó el pecado, sin tomar en cuenta las consecuencias, y preparó el camino para el Cordero de Dios.
Herodes se sintió impresionado al escuchar los poderosos y directos testimonios de Juan. Con profundo interés preguntó qué debía hacer para ser su discípulo. Juan estaba al tanto del hecho de que él quería casarse con la mujer de su hermano, mientras éste todavía vivía, y fielmente le dijo que eso no era correcto. Herodes no estaba dispuesto a hacer ningún sacrificio. Se casó con la mujer de su hermano y por la influencia de ésta prendió a Juan y lo puso en la cárcel. Pero Herodes tenía la intención de soltarlo más adelante. Mientras estaba confinado, Juan se enteró por medio de sus discípulos de las poderosas obras de Jesús. No podía escuchar sus palabras llenas de gracia, pero los discípulos le informaron y lo consolaron con lo que habían oído. Pronto Juan fue decapitado a través de la influencia de la esposa de Herodes. Vi que los más humildes discípulos que siguieron a Jesús, fueron testigos de sus milagros y escucharon las consoladoras palabras que brotaron de sus labios, eran mayores que Juan el Bautista, es decir, fueron más exaltados y honrados y recibieron la mayor satisfacción de sus vidas.
Juan vino con el espíritu y el poder de Elias para proclamar el primer advenimiento de Jesús. Se me señalaron los últimos días, y vi que Juan representa a los que saldrán con el espíritu y el poder de Elias para anunciar el día de la ira y la segunda venida de Jesús.
Después del bautismo de Jesús en el Jordán, él fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. El Espíritu Santo lo preparó para la experiencia especial de esas fieras tentaciones. Cuarenta días fue tentado por Satanás y no comió nada. Todo lo que había a su alrededor era desagradable, de lo cual la naturaleza humana siempre tiene la tendencia a querer alejarse. Estaba rodeado de bestias feroces y por el diablo, en un lugar desolado y solitario. El Hijo de Dios estaba pálido y exhausto por causa del ayuno y del sufrimiento. Pero su camino estaba trazado, y debía cumplir la tarea que había venido a cumplir.
Satanás se aprovechó de los sufrimientos del Hijo de Dios y se preparó para asediarlo con diversas tentaciones, con la esperanza de vencerlo ya que se había humillado y se había hecho hombre. El enemigo apareció con esta tentación: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Tentó a Jesús a que condescendiera en darle prueba de que era el Mesías, ejerciendo su poder divino. Jesús le contestó con mansedumbre; Escrito está: no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
Satanás trató de disputar con Jesús con respecto a su condición de Hijo de Dios. Hizo alusión a su condición débil y sufriente, y aseveró con jactancia que era más fuerte que Cristo. Pero las palabras procedentes del cielo: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco, eran suficientes para sostener a Jesús a través de todos sus sufrimientos. Vi que en toda su misión, Cristo no tenía que convencer a Satanás de su poder y del hecho de que él era el Salvador del mundo. Satanás tenía suficiente evidencia de su exaltada posición y autoridad. Su obstinada actitud a no ceder a la autoridad de Jesús le había cerrado las puertas del cielo.
Para manifestar su fortaleza, Satanás llevó a Jesús a Jerusalem y lo ubicó sobre uno de los pináculos del templo, y lo tentó de nuevo a que diera evidencia de que si era el Hijo de Dios se arrojara desde esa altura vertiginosa. El adversario pronunció estas palabras de la inspiración: Porque escrito está, que a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden, y en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le respondió diciendo: Escrito está: No tentarás al Señor tu Dios. Satanás deseaba hacer que Jesús presumiera acerca de la misericordia de su Padre, y arriesgara su vida antes de cumplir su misión. Él había deseado que el plan de salvación fracasara; pero vi que éste tenía fundamentos muy profundos para que Satanás lo destruyera o malograra.
Vi que Cristo es el ejemplo para todos los cristianos cuando son tentados o sus derechos son disputados. Deben soportar todo con paciencia. No deben creer que tienen derecho a invocar al Señor para que manifieste su poder con el fin de que ellos obtengan una victoria sobre sus enemigos, a menos que de esa manera, Dios sea directamente honrado y glorificado por ello. Vi que si Jesús se hubiera lanzado del pináculo del templo, no habría glorificado a su Padre; porque nadie hubiera sido testigo de ese acto sino solamente Satanás y los ángeles de Dios. Y habría sido tentar a Dios el manifestar su poder frente a su más acerbo enemigo. Habría significado ceder ante aquel a quien había venido a vencer.
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad y la gloria de ellos: porque a mí ha sido entregada, y a quien quiero se la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. Respondiendo Jesús le dijo: Vete de mí Satanás, porque escrito está al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás.
Aquí Satanás le mostró a Jesús los reinos de este mundo. Fueron presentados en su aspecto más atractivo. Se los ofreció a Jesús si él lo adoraba. Le dijo a Jesús que él renunciaría a sus asertos de poseer la tierra. Satanás sabía que su poder era limitado y que finalmente le sería quitado si el plan de salvación era llevado a cabo. Sabía que si Jesús moría para redimir al hombre, su poder terminaría después de un tiempo, y él sería destruido. Por lo tanto, era su plan bien estudiado impedir, en lo posible, el cumplimiento de esa gran obra que había sido comenzada por el Hijo de Dios. Si el plan para redimir al hombre fracasara, Satanás podría conservar el reino que en aquel entonces reclamaba, y se lisonjeaba pensando que si lograba tener buen éxito, reinaría en oposición al Dios del cielo.
Satanás se regocijó cuando Jesús puso a un lado su poder y gloria y dejó el cielo. Creyó que el Hijo de Dios quedaba entonces bajo su poder. Su tentación venció tan fácilmente a la santa pareja en el Edén, que él esperaba que con su astucia satánica y poder, derribaría aun al Hijo de Dios, y de esa manera salvaría su vida y su reino. Si podía tentar a Jesús a apartarse de la voluntad de su Padre, entonces lograría su propósito. Pero el Señor enfrentó a Satanás reprendiéndole. Sólo se inclinaría ante su Padre. La hora vendría cuando Jesús redimiría la posesión de Satanás con su propia vida, y, después de un tiempo, todos en el cielo y en la tierra se someterían a él. Satanás reclamó que los reinos de la tierra eran suyos, y le insinuó a Jesús que todos sus sufrimientos podían ser evitados. Él no tenía que morir para obtener los reinos de este mundo. Sino que podía tener todas las posesiones de la tierra, y la gloria de reinar sobre ellos para siempre, si tan sólo le adoraba a él. Jesús permaneció firme. Escogió una vida de sufrimiento, y su terrible muerte, como el camino señalado por su Padre para que pudiera llegar a ser heredero legítimo de los reinos de la tierra que le serían entregados en sus manos como posesión eterna. También Satanás le será entregado para ser destruido por la muerte, para que nunca más pueda molestar a Jesús y a los santos en gloria.
Favor hacer referencia a: Deuteronomio 6:16, 8:3; 2Reyes 17:35-36; Salmos Libro IV 91:11-12; Lucas capítulo 2-4.
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