La Avaricia - Capítulo 31

Vi a Satanás y a sus ángeles consultando. Él ordenó a sus ángeles que fueran y colocaran sus trampas especialmente para los que estaban esperando la segunda venida de Cristo, y que estaban guardando todos los mandamientos de Dios. Satanás le dijo a sus ángeles que todas las iglesias estaban dormidas. Él aumentaría su poder y milagros mentirosos y podría retenerlas. Pero (dijo) odiamos a la secta de guardadores del sábado. Está continuamente trabajando en contra nuestra, y arrebatándonos nuestros súbditos para que guarden esa odiada ley de Dios.
Id, haced que los poseedores de tierras y de dinero se embriaguen de cuidados. Si podéis hacer que pongan sus afectos en esas cosas, serán nuestros todavía. Pueden profesar lo que quieran con tal de que logréis que se preocupen más por el dinero que por el éxito del reino de Cristo o la propagación de las verdades que odiamos. Presentad el mundo ante ellos de la manera más atractiva, para que lo amen y los idolatren. Debemos conservar en nuestras filas todos los medios que podamos, cuanto más sean los recursos que ellos tengan, más perjudicarán nuestro reino al quitarnos nuestros súbditos. Cuando convoquen reuniones en diferentes lugares, estaremos en peligro. Por lo tanto, sed vigilantes, causad toda la distracción que podáis. Destruid el amor que se tengan el uno por el otro. Desanimad y desalentad a sus ministros; porque los odiamos. Presentad toda excusa plausible ante los que tienen recursos, no sea que los entreguen. Si podéis, controlad los asuntos monetarios, y llevad a sus ministros a la necesidad y a la angustia. Eso debilitará su valor y su celo. Contended por cada pulgada de terreno. Haced que la avaricia y el amor a los tesoros terrenales sean los rasgos predominantes de su carácter. Mientras que esos rasgos dominen, la salvación y la gracia estarán lejos. Amontonad todo lo que podáis a su alrededor para atraerlos, y serán ciertamente nuestros. No sólo estaremos seguros de tenerlos, sino que su aborrecible influencia no será ejercida sobre otros para conducirlos al cielo. Y poned en los que traten de dar una actitud mezquina, para que lo hagan en pequeñas cantidades.
Vi que Satanás llevaba a cabo sus planes bien. Y cuando los siervos de Dios convocaban reuniones, Satanás y sus ángeles comprendían lo que tenían que hacer, y estaban en el terreno para obstruir la obra de Dios, y estaba constantemente poniendo sugerencias en la mente del pueblo de Dios. A algunos los conduce de una manera, y a otros de otra, siempre aprovechándose de malos rasgos en los hermanos y hermanas, excitando y provocando sus tendencias naturales al mal. Si ellos se sienten inclinados a ser egoístas y codiciosos, Satanás se complace en situarse a su lado, y entonces, trata de guiarlos con todo su poder, para que manifiesten sus pecados acostumbrados. Si la gracia de Dios y la luz de la verdad disipan esos sentimientos codiciosos y egoístas por un tiempo, y ellos no obtienen una completa victoria sobre ellos, cuando no estén bajo una influencia salvadora, Satanás se les acerca y marchita todo principio noble y generoso, y ellos piensan que se exige demasiado de ellos. Se cansan de hacer el bien, y se olvidan del gran sacrificio que Jesús hizo por ellos, para redimirlos del poder de Satanás y de una miseria sin esperanza.
Satanás se aprovechó del carácter codicioso y egoísta de Judas, y lo condujo a murmurar en contra del ungüento que María le dedicó a Jesús. Judas lo consideró un gran desperdicio; éste hubiera podido ser vendido y dado a los pobres. A él no le importaban los pobres, sino que consideraba que la ofrenda generosa hecha a Jesús era una extravagancia. Judas apreció a su Señor sólo lo suficiente como para venderlo por unas pocas piezas de plata. Y vi que había algunos como Judas entre los que profesan estar esperando a su Señor. Satanás los controla, pero ellos no lo saben. Dios no puede aprobar ni una partícula de avaricia o de egoísmo. Él las odia, y desprecia las oraciones y exhortaciones de los que las poseen. Como Satanás ve que su tiempo es corto, los lleva a ser más y más egoístas, y a volverse más codiciosos, y entonces se regocija al verlos centrados en sí mismos, severos, avaros y egoístas. Si los ojos de esas personas pudieran abrirse, verían a Satanás regocijándose acerca de ellos en triunfo satánico, y riéndose acerca de la insensatez de aquellos que aceptan sus sugerencias, y entran en sus redes. Entonces, él y sus ángeles toman las obras despreciables y codiciosas de esos individuos, y las presentan a Jesús y a los ángeles santos, y les dicen en tono de reproche: ¡Esos son los seguidores de Cristo! ¡Se están preparando para ser trasladados! Satanás nota su curso de acción desviado y lo compara con la Biblia, con pasajes que reprenden claramente tales cosas, y entonces los presenta para molestar a los ángeles celestiales, diciéndoles: ¡Esos están siguiendo a Cristo y su Palabra! ¡Esos son los frutos del sacrificio y de la redención de Cristo! Los ángeles se apartan con desagrado de la escena. Dios requiere de su pueblo que obre constantemente, y cuando éste se cansa de actuar de una manera buena y generosa, él se cansa de ellos. Vi que a Dios desagradaba grandemente aún la más pequeña manifestación de egoísmo de parte de su pueblo profeso, por el cual Cristo no estimó dar su propia vida preciosa. Cada individuo egoísta y avaro caerá a un lado del camino. Como Judas, quien vendió a su Señor, ellos venderán los principios buenos, y una disposición noble y generosa por un poquito de las ganancias de la tierra. Todos esos serán zarandeados fuera del pueblo de Dios. Los que desean llegar el cielo, deben estar alentando los principios del cielo con toda la energía que poseen. Y en lugar de que sus almas se marchiten en el egoísmo, deberían expandirse en la benevolencia, y se debe aprovechar toda oportunidad de hacer el bien el uno al otro, en llevar a cabo y en cultivar mucho más los principios del cielo. Jesús me fue presentado como el modelo perfecto. Su vida estaba libre de intereses egoístas y se destacó por su benevolencia desinteresada.

Favor hacer referencia a: Marcos 14:3-11; Lucas 12:15-40; Colosenses 3:5-16; 1Juan 2:15-17.

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