El Ministerio de Cristo - Capítulo 5

Cuando Satanás terminó sus tentaciones, se retiró de Jesús por un tiempo, los ángeles le prepararon alimento en el desierto para fortalecerlo, y la bendición de su Padre descansó sobre él. Satanás había fallado en sus más fieras tentaciones, pero esperaba el tiempo cuando Jesús empezara su ministerio, entonces el trataría, en diferentes ocasiones de usar su astucia para vencerlo estimulando a quienes se resistieran a recibir a Jesús a que lo aborreciesen y procurasen destruirlo. Satanás tuvo una reunión especial con sus ángeles. Estaban desilusionados y llenos de ira al ver que no habían logrado nada contra el Hijo de Dios. Decidieron que serían más astutos y que utilizarían todo su poder para inspirar incredulidad en las mentes de los de su propia nación, para que éstos no lo reconociesen como el Salvador del mundo, y de esa manera, desanimar a Jesús en el cumplimiento de su misión. No importaba cuán exigentes fueran los judíos en sus ceremonias y ritos, si podían incitarlos a mantener sus ojos ciegos con respecto a las profecías, y hacerles creer que éstas serían cumplidas por un rey poderoso y terrenal, podrían de esa manera, mantenerlos por largo tiempo esperando la llegada de un Mesías.
Se me mostró que Satanás y sus ángeles estuvieron muy ocupados durante el ministerio de Cristo, inspirando incredulidad, odio y desprecio en los hombres. A menudo, cuando Jesús presentaba alguna penetrante verdad que reprochaba sus pecados, la gente se llenaba de ira. Satanás y sus demonios los urgían a quitarle la vida al Hijo de Dios. En varias ocasiones tomaron piedras para arrojárselas, pero ángeles lo guardaron y apartándolo de la airada multitud, lo llevaron a un lugar seguro. En otra ocasión, cuando la verdad pura brotó de sus santos labios, la multitud le echó mano y lo llevó al borde de un risco con la intención de despeñarlo. Luego surgió una discusión en cuanto a qué debían hacer con él y entonces los ángeles lo escondieron de la vista de la multitud, y él, pasando por en medio de ellos, pudo seguir su camino.
Satanás todavía esperaba que el gran plan de salvación fracasara. Ejerció todo su poder para endurecer los corazones y amargar los sentimientos del pueblo en contra de Jesús. Esperaba que muy pocos lo recibirían como el Hijo de Dios, y que Jesús consideraría sus sufrimientos y sacrificios demasiado grandes para beneficiar a tan pequeño grupo. Pero vi que si sólo hubiera habido dos personas que aceptaran a Jesús como el Hijo de Dios y creyeran en él para salvar sus almas, él hubiera llevado a cabo el plan.
Jesús comenzó su obra quebrantando el poder de Satanás sobre los dolientes. Sanaba a los que sufrían por el poder cruel del maligno. Restauró la salud del enfermo, sanó al paralítico, induciéndolos a saltar de alegría a causa del gozo que había en sus corazones, y a glorificar a Dios. Le dio vista al ciego, mediante su poder, restauró la salud de aquellos que habían estado enfermos y sometidos por muchos años al cruel poder satánico. Al débil, acosado por el sufrimiento, le dio palabras de ánimo. Levantó a los muertos a la vida, y ellos glorificaron a Dios por la grandiosa demostración de su poder. Hizo obras extraordinarias en favor de los que creían en él. Y a los débiles y sufrientes a quienes Satanás retenía en triunfo, Jesús los arrancó de sus manos, y les dio, a través de su poder, salud corporal y gran gozo y felicidad.
La vida de Cristo estuvo llena de actos de benevolencia, simpatía y amor. Siempre estuvo dispuesto a escuchar, y a aliviar a aquellos que venían a él. Multitudes llevaban evidencias en sus propios cuerpos de su poder divino. No obstante, muchos de ellos, después que las obras habían sido realizadas, se avergonzaron del humilde pero grandioso maestro. Porque los dirigentes no creían en el, no estaban dispuestos a sufrir con Jesús. Él fue un varón de dolores, experimentado en quebrantos. Pero pocos podían soportar el ser gobernados por los principios manifestados en su vida sobria y abnegada. Deseaban gozar de los honores que el mundo confiere. Muchos siguieron al Hijo de Dios, y escucharon sus instrucciones, se regocijaron en las palabras tan llenas de gracia que brotaban de sus labios. Sus palabras estaban llenas de significado, sin embargo, eran tan claras que aun el más débil las podía comprender.
Satanás y sus ángeles estaban ocupados cegando los ojos y oscureciendo el entendimiento de los judíos, e impulsaron a la gente más prominente y a los dirigentes a que le quitasen la vida al Salvador. Enviaron oficiales a traer a Jesús, pero cuando se acercaron a él fueron dominados por un gran asombro. Lo vieron lleno de amor y simpatía, hablándole a los débiles y afligidos. Los escucharon también dirigir palabras de autoridad reprendiendo el poder de Satanás y liberando a los cautivos. Escucharon palabras de sabiduría salir de sus labios y se sintieron cautivados, no pudieron echarle mano. Regresaron sin Jesús a los sacerdotes y ancianos. Cuando se les preguntó: ¿Por qué no lo habéis traído? Ellos relataron lo que habían presenciado con respecto a sus milagros, y las palabras de sabiduría, amor y conocimiento que habían escuchado, y concluyeron diciendo que nunca hombre alguno había hablado como él. Los principales sacerdotes los acusaron de haber sido engañados, y algunos dignatarios se avergonzaron de no haberlo prendido. Los sacerdotes preguntaron con burla si algunos de los dirigentes habían creído en el. Vi que muchos de los magistrados y de los ancianos creían en Jesús, pero Satanás impedía que lo reconocieran. Temían más el oprobio de la gente que a Dios.
Hasta entonces, la astucia y el odio de Satanás no habían logrado destruir el plan de salvación. Se acercaba el tiempo cuando debía cumplirse el propósito por el cual Jesús había venido a este mundo. Satanás y sus ángeles se reunieron para consultar, y decidieron provocar a la propia nación de Cristo a que demandara ansiosamente su sangre y acumulara crueldad y escarnio sobre él, deseando que Jesús, resintiendo semejante trato, no conservara su humildad y mansedumbre.
Mientras Satanás trazaba sus planes, Jesús revelaba cuidadosamente a sus discípulos los sufrimientos por los que había de atravesar. Que sería crucificado y se levantaría de nuevo al tercer día. Pero el entendimiento de ellos parecía estar embotado. No podían entender lo que él les decía.

Favor hacer referencia a: Lucas 4:29; Juan 7:45-48; 8:59.

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